Ya sea en el estadio de fútbol, en los conciertos o en los desfiles mineros durante el Adviento: el Steigerlied es imprescindible en muchos eventos en Sajonia. Hace un año, incluso fue ennoblecido como patrimonio cultural inmaterial. "La canción ya era conocida internacionalmente antes de eso", subraya el director estatal de música minera, Jens Bretschneider, en una entrevista a la Agencia Alemana de Prensa. Sin embargo, con el título ha vuelto a recibir un gran honor que sin duda merece.
El himno centenario de los mineros alemanes con la frase inicial "¡Glück auf, Glück auf! Viene el minero" forma parte de la identidad de la región, según Bretschneider. Aunque apenas quedan mineros en Erzgebirge, mucha gente ha crecido con la canción. No sólo suena en los partidos de fútbol del FC Erzgebirge Aue y en muchos desfiles mineros. "Terminamos todos nuestros conciertos con el Steigerlied", dice Bretschneider, que dirige el cuerpo de música de la ciudad minera de Schneeberg. "Cuando suenan los primeros compases, todo el público se pone en pie". La música también sirve para mantener vivas las tradiciones.
La canción también tiene una firme tradición en otras regiones mineras antaño importantes, como las montañas del Harz, la región del Ruhr y el Sarre. Describe la esperanza de los mineros de volver a la luz y a sus familias tras un duro y peligroso trabajo bajo tierra. Sus orígenes se remontan al siglo XVI. El testimonio más antiguo es un grabado del cancionero "Bergreihen", publicado en Zwickau en 1531. Una copia se conserva en la biblioteca de la escuela municipal.
La vieja marcha también puede ganar puntos en una nueva forma: Ya sea clásica con orquesta, en persa, al estilo del blues, el swing, el rock o el breakdance: hasta ahora se han grabado 26 versiones para la campaña de imagen del Estado Libre "So geht sächsisch" (Así es Sajonia) y se han pinchado millones de veces en Internet. Entre ellas se incluyen grabaciones con el coro Kreuzchor de Dresde, así como con el dúo de cabaret musical Zärtlichkeiten mit Freunden, una versión en el carillón del ayuntamiento de Chemnitz y otra en el órgano Silbermann de la catedral de Freiberg.
Esta variedad es muy emocionante y ayuda a dar a la conocida canción una nueva vida, afirma Bretschneider. "Los gustos musicales son diferentes y cada variación encuentra su círculo de amigos. Al final, eso es bueno". Bretschneider no cree que el conjunto se desgaste con el tiempo y que el público se canse de la canción. Al fin y al cabo, lleva siglos cantándose y tocándose. "A mucha gente le sigue emocionando".
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